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Protección de los Niños de la Explotación Sexual en el Turismo

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INTERVENCIÓN DE LA REPRESENTANTE DE LA SANTA SEDE EN EL CONGRESO CONTRA LA EXPLOTACIÓN SEXUAL DE LOS NIÑOS

Yokohama (Japón)
Viernes 21 de diciembre de 2001

Señor presidente:

Los niños tienen derecho a una infancia inocente. Los niños son, por naturaleza, simpáticos e inocentes, y confían en los adultos; sin embargo, a algunos de ellos se los priva cada vez más de su infancia. Son víctimas de los medios de comunicación, de las fuerzas de mercado y de personas que los explotan sexualmente. Sin embargo, los niños son la verdadera esperanza y el futuro de la sociedad, y hay que protegerlos y ayudarles en todo.

La explotación sexual de los niños es un crimen tan odioso que no sabemos cómo expresar sus reacciones y sentimientos. El tráfico de mujeres y de niños, el turismo sexual y la pornografía infantil en Internet han aumentado muchísimo desde la primera Conferencia sobre la explotación de los niños celebrada en Estocolmo en 1996. La combinación de un mercado libre y amoral y la decadencia sexual, la pobreza y las estructuras familiares débiles explican esta verdad tan vergonzosa.

Señor presidente, desde el punto de vista de la Santa Sede no puede tolerarse la explotación comercial de los niños, ni siquiera en nombre de la libertad de expresión o de la libertad de elección. Los niños jamás son compañeros sexuales consencientes; siempre son víctimas. La Convención sobre los derechos del niño subraya que la clave es siempre buscar lo que más beneficia al niño. Debemos estar atentos a cualquier intento de relativizar los crímenes cometidos en este ámbito. El abuso sexual es perverso, un acto criminal y punible. Debemos lograr mayor consenso político para combatir estos crímenes contra los más débiles, y debemos fortalecer la legislación internacional, los instrumentos de extradición y extraterritorialidad.

Como madre de cuatro hijos de entre 10 y 16 años, me preocupan diariamente las amenazas que plantean los medios de comunicación e Internet, así como la decadencia sexual generalizada de nuestra sociedad.
La "sexualización" de la infancia, impulsada por las fuerzas de mercado, contribuye a privar a los niños de su inocencia natural. La presentación del sexo como algo normal en una edad cada vez más temprana lleva también a una "sexualización" de la infancia que, a su vez, incita a los pederastas, y puede incluso permitirles buscar la "normalización" y legitimación de sus crímenes.

Señor presidente, la combinación de pobreza y relaciones familiares frágiles explica a menudo por qué los niños se ven implicados en el "turismo sexual" o se convierten en víctimas de traficantes. Se debe y se puede combatir la pobreza con más ayuda para el desarrollo. Tanto las organizaciones internacionales como las comunidades locales deben hacer oír su voz. Es preciso combatir el vergonzoso turismo sexual en muchos
países en vías de desarrollo, tanto en la oferta como en la demanda. Se debe y se puede ayudar a las familias pobres de las naciones del mundo en vías de desarrollo; asimismo, se puede y se debe detectar y castigar eficazmente a los clientes explotadores a través de la cooperación legal internacional. Aquí son importantes los desarrollos prometedores que implican la legalidad extraterritorial. Tanto el turismo sexual como la pornografía infantil en Internet son fenómenos globales, y deben combatirse con armas políticas verdaderamente globales.

Pero, la estrategia principal para luchar contra el abuso sexual comercial de los niños consiste en fortalecer a la familia. Como destacó recientemente el Papa Juan Pablo II, "la familia está amenazada (...) por ofensas generalizadas contra la dignidad humana, como (...) la explotación sexual de mujeres y niños" (Discurso a la Conferencia episcopal de Tailandia, 16 de noviembre de 2001, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 30 de noviembre de 2001, p. 9).
Aunque desgraciadamente el abuso sexual de los niños se lleva a cabo también en el ambiente familiar, por lo general es en la familia donde el niño aprende lo que es una relación natural entre madre, padre e hijo.
Únicamente en la familia el niño cuenta con la protección necesaria frente a una sociedad predadora que no busca el interés del niño. Debemos afrontar ahora el hecho de que no sólo sufren abusos los niños pobres de naciones decadentes o pobres, sino también niños de la sociedad occidental, con su opulencia y su riqueza consumista. Hay una gran crisis moral. En sus declaraciones finales, los encuentros regionales de Rabat y Bangkok pusieron claramente de relieve que la explotación sexual de los niños se debe también "a la decadencia de los valores". Se produce el colapso y el debilitamiento de la familia, mientras que la sociedad se vuelve cada vez más predadora en el ámbito de la sexualidad. Como demuestran las investigaciones, quienes abusan de los niños no son sólo los pederastas, sino también adolescentes y adultos que tienen una visión deformada de la sexualidad. La combinación de sexo y violencia en los medios de comunicación y en los espectáculos, así como la normalización de la experimentación sexual desembocan fácilmente en perversiones que entrañan abusos no sólo de mujeres, sino también de niños.

Si se ve a los seres humanos como objetos, y se olvida que han sido creados por Dios con una dignidad inalienable, se los considerará simplemente como seres de los que se puede usar y abusar. El abuso sexual de los niños es la consecuencia lógica extrema de esta visión del ser humano. Por tanto, debemos analizar las causas de este crimen y, al mismo tiempo, combatir su manifestación con todos los medios que sugiere el borrador del plan de acción. Debemos hacerlo con más vigor y mayor voluntad política.

Señor presidente, mi delegación aprecia el gran esfuerzo realizado para llevar adelante este trabajo mediante la colaboración de UNICEF, el Gobierno de Japón y todos los participantes en este congreso. La Santa Sede hará lo que esté de su parte, de acuerdo con su naturaleza y su competencia específicas, para combatir el mal de la explotación sexual de los niños, un crimen que jamás puede aceptarse o excusarse. Debemos actuar a fondo en nuestras sociedades, luchando contra la falta de un comportamiento sexual sano, contra el dominio de la cultura consumista que considera a los seres humanos como objetos, y contra el libertinaje de algunos medios de comunicación que especulan con la violencia y las perversiones sexuales. Debemos reaccionar como ciudadanos; y, como políticos, hemos de asegurar modelos morales en nuestros Estados y en la sociedad internacional. Como se decidió en Dacca, debemos fomentar "el fortalecimiento de los valores y de las tradiciones culturales, religiosas y morales positivas, que protegen y promueven los derechos y la dignidad tanto de las niñas como de los niños".

Por último, señor presidente, permítame hacer míos los versos del conocido poeta Khalil Gibran: "Vuestros hijos no son vuestros hijos; son hijos e hijas del deseo mismo de vida; vienen a través de vosotros, pero no de vosotros, y, aunque están con vosotros, no os pertenecen".


http://www.vatican.va/roman_curia/secretariat_state/documents/rc_seg-